El fin de la operación de la planta significa también el fin de aproximadamente una décima parte de las emisiones de óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre, partículas y metales pesados en Portugal, marca Cero.

La asociación reconoce que el cierre de Sines y de la otra central eléctrica de carbón portuguesa, en Pego, afecta directa e indirectamente a unos 700 trabajadores y lamenta que no haya habido "diálogo, consulta social y creación de soluciones alternativas" para estas personas.

"Es fundamental un plan de fomento de las actividades económicas vinculadas a la urgente transición energética" que incluya a los trabajadores, los sindicatos, los municipios y otras entidades.

Sin embargo, "esto no está sucediendo, particularmente en el caso del anunciado cierre de la refinería de Matosinhos", señala.

Aunque el cierre de estas plantas supondrá la pérdida de puestos de trabajo, "sólo en el sector solar-fotovoltaico, se espera que se creen al menos 20.000 puestos de trabajo en los próximos diez años", lo que supone "una oportunidad para la formación y el reciclaje de los trabajadores".

El cierre de Sines se produce casi diez años antes de lo previsto inicialmente en la Hoja de Ruta para el Carbono Neutral, con lo que se pone fin a la planta que "representaba en promedio el 12% del total de las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero cada año".

El cierre fue "una consecuencia directa de los precios del mercado del carbón, los costos asociados a las emisiones y la competitividad y disponibilidad de otras alternativas", considera la asociación ambientalista.