En la actualidad, hay refugiados viviendo en 26 municipios de todo el país, según la información facilitada a Lusa por el gabinete del Ministro de Estado y de la Presidencia. Pero desde 2015, casi 100 municipios han participado en la acogida de estas personas. El gobierno portugués ha dicho y repetido: la integración y la acogida de los refugiados es una prioridad, a la que se dedica un "esfuerzo continuo", en el que participan el Estado central, las autoridades locales y la sociedad civil. En el marco de diversos programas internacionales, Portugal ya ha acogido a cerca de tres mil refugiados.

En la presidencia del Consejo de la Unión Europea (UE), Portugal incluyó en la agenda el nuevo Pacto de Migración y Asilo, propuesto por la Comisión Europea el pasado mes de septiembre, pero no pudo cerrar las negociaciones. Las cifras sirven para mostrar lo que ha cambiado en Portugal en los últimos años: las 477 solicitudes de asilo registradas en 2014 se duplicaron en 2015 y, desde entonces, en un aumento regular (con la excepción de 2018 y 2020), han seguido manteniéndose por encima del millar . Los últimos datos, publicados recientemente por el Servicio de Seguridad y Fronteras (SEF), muestran un descenso, probablemente debido a la pandemia. En 2020 se registraron 1.002 solicitudes de asilo, lo que supone un descenso del 34,5% respecto a 2019 (con 1.849).

2018 fue el año en el que Portugal más concedió el estatus de refugiado (286) y la protección subsidiaria (405), según los datos del SEF. En los últimos cinco años, los casos reconocidos han estado siempre por encima del centenar, con la excepción de 2020 -que, una vez más, se explica por la pandemia del Covid-19 y sus consecuencias en los flujos migratorios-. Pero detrás de las cifras hay personas e historias de vida, que son la prueba de lo que ha ido bien y lo que podría ir mejor. La suerte y las expectativas son factores a tener en cuenta, como muestran los casos de Samir, Mahmud y Bilal, que llegaron al mismo tiempo a Penela, que acogió a los primeros refugiados en virtud de un protocolo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ( ACNUR), en 2015.

Hoy, Samir ya no quiere dejar Portugal, donde sus hijos están integrados y tienen "buenas notas" en la escuela. Mahmud, que nunca se sintió bien en Penela, intenta trasladarse a Coimbra, donde regenta un pequeño supermercado. Bilal, sobre cuya juventud recae la gran responsabilidad de mantener a la familia con un salario mínimo, sueña con emigrar a Estados Unidos. No es que no le hayan tratado bien, pero "el futuro no es fácil" en Portugal, predice. Samir, Mahmud y Bilal son algunos de los refugiados acogidos en el marco del Programa de Reasentamiento del ACNUR, que, según los datos publicados en mayo por el Ministerio del Interior, ya suma 724 personas, llegadas a Portugal desde Egipto y Turquía, pero de distintas nacionalidades (Siria, Irak, Etiopía, Sudán, Sudán del Sur, Eritrea y Somalia).

Portugal también acoge a refugiados en el marco de los programas de reubicación de la Unión Europea (UE). Fue así como una mujer realizó la arriesgada travesía en barco hasta Italia, con dos hijos pequeños y dejando atrás a su marido, que se quedó en Libia, trabajando, "para poder pagar el viaje". La refugiada nigeriana fue recibida por Adolescere, una asociación de Braga que acoge a familias monoparentales y a refugiados. Carla Fernandes, presidenta de Adolescere, explica que el objetivo del trabajo de la asociación es ayudar a las mujeres que acoge a diseñar "un proyecto de vida". Entre los programas de la UE actualmente en marcha, hay uno destinado a los más de 5.000 niños que estaban en campos de refugiados en Grecia, de los cuales Portugal se propuso recibir 500.

Según datos de Bruselas publicados en mayo, Portugal era el cuarto Estado miembro que más menores no acompañados acogía (ya hay 100 en el país), después de Francia, Alemania y Finlandia. Estos menores, en su inmensa mayoría varones, generalmente de entre 14 y 17 años, fueron acogidos por diversas organizaciones en Lisboa y en el norte del país. Cláudia Sabença, directora técnica del Centro de Acogida Especializada de la Cruz Roja, que coordina el programa para menores, subraya que los jóvenes acogidos "tienen su carga emocional", pero, como todos los de su edad, "están buscando un futuro". Sofia Bento, psicóloga del mismo centro, considera que "Portugal ha hecho un esfuerzo" para integrar mejor a los refugiados, pero subraya que el dominio del idioma sigue siendo un obstáculo. La coordinadora de la oficina de salud mental del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS Portugal), Rosario Suárez, coincide en destacar la importancia de los traductores e intérpretes en la acogida de los refugiados, que generalmente llegan con "pesadillas, pensamientos rumiantes, mucha angustia".

Ghalia Taki, refugiada siria que trabaja para el JRS como coordinadora del grupo de intérpretes, señala que, desde que llegó a Portugal en 2014, las cosas han evolucionado "mucho" y las instituciones portuguesas están ahora "más preparadas" y "más abiertas, ya tienen información sobre la cultura, las diferencias de las personas". Hoy, seis años y diez meses después de llegar a Portugal, Ghalia puede mostrar con orgullo su tarjeta de ciudadanía: por fin tiene la nacionalidad portuguesa.