En un recorrido que comenzó en la plaza Martim Moniz y subió por la avenida Almirante Reis hasta la Alameda, cientos de manifestantes entonaron cánticos de protesta y levantaron decenas de carteles y pancartas. Entre ellas, algunas advertían que "¡No hay planeta B!" y por la "Precariedad planetaria", exigiendo a los gobiernos "Energías renovables para todos".

Entre los manifestantes estaba Ana Pereira, una analista financiera de 30 años que llevaba un cartel colgado sobre los hombros y una marioneta de dinosaurio en la mano izquierda para recordar el escenario de extinción del propio planeta si no se hace nada para contener el cambio climático.

"El cambio climático no tiene suficiente espacio en los medios de comunicación y es importante llamar la atención sobre él".

Equipada con una bicicleta eléctrica que la llevó desde Olivais hasta la "Baixa" lisboeta, Elsa Mota, de 53 años, subrayó que había acudido a participar en la iniciativa no sólo por preocupación por su generación, sino especialmente por los más jóvenes, a los que sorprendió que no superaran en número en la marcha de esta tarde.

"No se ven muchos niños en la manifestación. Esperaba que hubiera más niños", admitió la profesora, reconociendo que todavía hay "un déficit de conciencia colectiva en cuanto a la protección del medio ambiente, pero señalando que es necesario actuar: "No podía quedarme ahí sentada, tengo tres hijos".

Convocada por la plataforma Save the Climate, la manifestación reunió a varias organizaciones portuguesas que reclaman recortes drásticos en las emisiones de gases de efecto invernadero, una transición justa y justicia climática global, en una iniciativa a escala mundial para crear presión en la COP26.

Más de 120 líderes políticos y miles de expertos, activistas y responsables públicos están reunidos hasta el 12 de noviembre en Glasgow (Escocia) para actualizar las contribuciones de los países a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030.