A medida que se desarrolla esta "pandemia", me sorprende una y otra vez el número de personas conocidas que, habiendo recibido dos o incluso tres dosis de la vacuna contra el covirus, todavía no lo saben:

- Las vacunas han sido emitidas bajo "autorización temporal" ya que las pruebas no han sido completadas

- Las compañías farmacéuticas que producen las vacunas han insistido en la inmunidad total contra cualquier daño que puedan causar (y se niegan a suministrar a los países que no conceden dicha inmunidad)

- La inmunidad conferida por las vacunas es inferior (y de menor duración) a la de los anticuerpos producidos naturalmente

- Las notificaciones de efectos adversos de las vacunas en el Reino Unido se cuentan por miles (y se estima que las notificaciones son de alrededor del 10% de los eventos reales).

Y últimamente, por supuesto, hemos descubierto que los empleados del gobierno del Reino Unido están tan convencidos de los peligros de la infección por covirus que celebraron fiestas de Navidad en Downing St mientras el resto del país sufría bajo las normas de bloqueo y los familiares ancianos morían sin ser visitados en las residencias.

Por último, la última (y más leve) variante del covid parece que volverá a arruinar las fiestas navideñas de todo el mundo, ya que nuestros políticos siguen siendo invertebrados.

Los globalistas volaron a la COP26 y se relacionaron entre sí en gran medida sin máscara (excepto durante las fotos), mientras nos decían a todos que redujéramos nuestros vuelos (¡!) y que nos aseguráramos de llevar máscaras y de mantener la distancia social.

Dada la falta de curiosidad del público sobre la diferencia entre las palabras y las acciones de los Grandes y los Buenos, uno puede entender por qué creen que pueden decirnos lo que quieran.

Paula Jones (Reino Unido),

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