Me preguntaba cuántos de nuestros lectores piensan en el proceso de envejecimiento. Me atrevería a decir que no muchos menores de 30 años.

Cuando uno es joven, el mundo es su ostra, puede levantarse y ponerse en marcha, sus horizontes son infinitos y toda su vida se extiende ante usted, esperando a que la coja de la mano y corra con ella.


Juventud


Oye, yo fui joven una vez, sé cómo es. He estado de fiesta toda la noche y luego me he ido directa al trabajo, he estado enferma por beber demasiado, he tenido la confianza en mí misma para revolotear de un trabajo a otro, segura de que era más que capaz de manejar lo que la vida me deparara. He experimentado con lo que dictaba la moda del momento y, al igual que mis compañeros, no me preocupaban las hipotecas, las pensiones, etc. Mi madre siempre decía que los mejores días de tu vida están en la escuela, y yo me burlaba de semejante tontería, odiaba la escuela y me esperaba el gran mundo ahí fuera.

Pero, de repente, te das cuenta de que te haces viejo. Lo primero que se te va es la vista, y te engañas a ti mismo pensando que es una cuestión de moda cuando sales de la óptica con algo muy útil pero enormemente caro, ya que Prada era lo único que podías ponerte (o lo que estuviera de moda en ese momento).


Edad


Empiezan a dolerte más las articulaciones y los tacones de infarto pasan al fondo del armario. Te ves reflejada en un escaparate y te mira tu madre. Empiezas a gastar más y más dinero en productos para evitar que la naturaleza arrugue tu piel. Empiezas a llevar colores y estilos "seguros"... Dios, me veo convirtiéndome en una de esas "personas beige" mientras escribo.

Pero también tiene sus ventajas: puedes sentarte a gritarle a la tele y asombrarte de la falta de conocimientos de los demás (¿cómo es que no sabían de qué murió la segunda esposa de Enrique VIII?). Puedes alegar ignorancia sobre la alta tecnología y pedirle a alguien joven que te la arregle (así es como se enciende, qué tonta, se me había olvidado). Puedes enfadarte si la cena no está en la mesa a tal o cual hora (¿cómo que las ocho no es tarde?).

Una vez me encontré en una ferretería (no aquí) comprando esos pequeños botes de muestras de pintura y busqué entre las monedas de mi bolso el dinero justo. La joven dependienta me observó mientras jugueteaba, sin duda pensando que estaba mal de dinero y que probablemente no tenía suficiente, y luego me preguntó en voz baja si quería el descuento para pensionistas, ya que era miércoles. Bueno, en aquel momento ni siquiera era pensionista, pero tragándome mi orgullo, acepté el descuento - ¡caramba, y por qué no!

Les contaré la anécdota graciosa de un amigo que de joven era muy guapo, poseía un gran magnetismo carismático y las mujeres se le echaban encima. Un día cogió el tren (aprovechando su billete gratuito, sin duda) y, como estaba abarrotado, se puso de pie y se agarró a la barandilla. Una atractiva joven que estaba sentada cerca de él le miraba y le sonreía, y el viejo rubor de su orgullo hizo que se pusiera más erguido y apretara el estómago. Pensó: "Bueno, bueno, el viejo diablo todavía lo tiene", y le devolvió la sonrisa... ¡hasta que ella se levantó y le preguntó si quería sentarse con ella! ¡Qué decepción!


Sabiduría


Así que hay pros y contras sobre ser joven o viejo. Con la edad viene la sabiduría, pero con la juventud vienen las experiencias que te dan esa sabiduría, y con un corazón joven dentro, puedes ser joven para siempre. Me encanta este dicho: los viejos lo creen todo, los de mediana edad lo sospechan todo, los jóvenes lo saben todo. ¡Felices días!


Author

Marilyn writes regularly for The Portugal News, and has lived in the Algarve for some years. A dog-lover, she has lived in Ireland, UK, Bermuda and the Isle of Man. 

Marilyn Sheridan