Según Sapo, la dependencia de la Unión Europea de los combustibles fósiles era del 70,9 por ciento en 2022, ligeramente por encima del nivel de 2021, que era del 69,9 por ciento, declaró Eurostat.

"El año 2022 fue excepcional desde el punto de vista energético. Fue el primer año tras el levantamiento de las grandes restricciones derivadas de la pandemia de Covid-19, y también estuvo marcado por la invasión rusa de Ucrania", escribe la oficina estadística europea en la nota publicada el 30 de enero.

Ese año, además de las subidas de los precios de las distintas fuentes de energía, se produjo un descenso de la producción de energía nuclear, y ni siquiera el aumento de las fuentes renovables fue suficiente para compensarlo.


Según la nota publicada por la oficina europea de estadística, "este porcentaje ha disminuido significativamente en las últimas décadas", con un descenso de 11,5 puntos porcentuales desde 1990, primer año en que se recogieron estos datos.

El descenso de la dependencia de los combustibles fósiles se debe principalmente, según la misma fuente, al aumento de las energías renovables. La dependencia se calcula mediante la proporción de combustibles fósiles presentes en la demanda energética de la región.

Observando país por país, los mayores aumentos de la dependencia se registraron en Estonia (3,2%), Francia (2,9%) y Bulgaria (2,8%).

En 2022, Malta seguía siendo el país europeo con mayor dependencia de los combustibles fósiles dentro de la zona europea (96,1 por ciento), seguido de Chipre (86,3 por ciento) y Países Bajos (87,6 por ciento).


La mayoría de los demás países de la UE tienen porcentajes de entre el 50% y el 85%. Portugal se sitúa en esta franja, con una dependencia ligeramente inferior al 70%. Sólo Suecia y Finlandia se sitúan por debajo, con una dependencia del 30% y el 38%, respectivamente.